Es claro para nuestros jóvenes miembros de la Orden que el camino que les presentamos es un reto que debe transcurrir a lo largo de una línea doctrinal clara y vertical. Que se les exige un mínimo de compromiso sin que ello represente una distracción importante a sus restantes deberes, y que la señal es inequívocamente cristiana y trinitaria, sin complementos o interpretaciones «sui generis», propias de desviaciones que solo conducen a callejones ciegos y sin salida.
Es probable que en esa misma línea se hubiera reforzado este fenómeno, dada las distracciones que vivimos recientemente. Sin embargo, es importante entender que, en el simbolismo no exigimos ni siquiera se asoma, una tal «exégesis» -por así llamarle- y más bien podemos observar que en el manual del 1º grado ni siquiera se menciona a Cristo Nuestro Señor, tan solo una vez en la Regla Masónica, la cual afecta no solo a aprendices sino a todos los miembros de la Orden y con especial sentido de compromiso, a los miembros de la Orden Interior.
En este mismo sentido es importante entender que, los aprendices masones del R.E.R., son masones en formación a semejanza de los aprendices en otros ritos, por lo tanto, el contenido de los discursos mentales debe estar más orientado al sentido cosmogónico de la visión y a la interpretación terrenal (inicialmente) para poder luego ascender a otros planos, en la medida del crecimiento interior y personal de cada uno. Recordemos que, no es posible poner buen vino reserva en una copa llena de vino rancio sin antes haberla vaciado. De ahí las dos palabras claves para todo aprendiz (y todo masón rectificado sin importar su grado): silencio y corazón.
Tened presente:
«Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente dí la palabra, y mi criado sanará»
Heinrich